Debe haber algún trabajador en las instituciones que anda en su oficina desmovilizado, deprimido, desconcertado y sin tareas o misiones claras. Si yo fuera jefe o responsable de algún ministerio o institución, lo convocaría para que tres veces a la semana, dos horas en cada sesión, acuda a algún terreno (subutilizado u ocioso, que hay muchos) para que se aplique a una tarea colectiva (porque seguro hay más de uno): limpiarlo y prepararlo para la próxima temporada de siembra. Le garantizaría transporte, desayuno y almuerzo, le reconocería el saber adquirido con algún certificado, y cuando llegue el momento de la cosecha le diría: "agarre ahí, resuelva a su familia y distribuya como parte del combo del CLAP en su comunidad".
No, no estoy diciendo que el que no siembre yuca en la sala de su apartamento es marico o escuálido.
Estoy diciendo que sería bueno proponerle a la gente que no encuentra qué hacer una dinámica que ayudaría a enfrentar una situación de guerra, al menos de dos formas. Una: entonar o recuperar la forma física y el tono muscular, asunto importante en escenarios de coñaza. Dos: empezaríamos hoy a producir los alimentos que necesitaremos dentro de unos meses (y que algo me hace pensar que no podremos importar a gran escala como hasta ahora).
No, tampoco estoy diciendo que el pueblo es el culpable de que PDVSA no funcione y de la corrupción y de la programación de VTV.
Estoy diciendo que sería bueno empezar a mover ese culo y percatarnos de que tenemos 33 millones de hectáreas cultivables, y apenas tenemos sembradas menos de 3 millones.
¿Es mala la propuesta? Seguramente, si. Pero sospecho que es peor quedarnos esperando que vengan los rusos y los chinos a echarnos comida y a espantarnos las moscas (porque las moscas vienen, por si no te diste cuenta).
José Roberto Duque
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