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lunes, 16 de mayo de 2011

YO LOS VI PASAR

(A LA MEMORIA DE TODOS LOS QUE TRANSITARON, AUNQUE SEA UNA VEZ POR LA ESCALERA DEL CALLEJÓN EL CARMEN)

Maravilloso archivo,
la memoria,
que me relata las historias,
vividas,
observadas,
las fotos del tiempo,
retratos del iris,
mi casa,
en la puerta yo,
justo al frente,
la escalera,
eterna escalera,
interminable escalera,
que sube o baja,
según donde vayas,
regada con la caca de los perros,
los escupitajos de mucha gente
que no te respetó,
entre ellos yo,
los chicles pegados,
ennegrecidos por tantos años,
por tantos sucios
y desgastados
por el pasar de tanta gente,
que subieron,
bajaron,
que un día bajaron
y no volvieron,
ni volverán a subir.

Sus figuras,
sus pregones,
sus frases.

"¿Cuál le pico?",
gritaba el señor Castillo,
ofrciendo los terminales
de las loterías,
con un talonario interminable,
solo se acabó con su existencia.

"Cuidate chamo",
me decía William "clavelito",
con joyas y revolver en mano,
subía corriendo la escalera,
el barrio lo sabía,
la escalera lo sabía,
yo lo supe después,
otra joyería atracada,
cervezas,
motos,
marihuana,
putas,
fin del botín.

"Traperoooo",
gritaba aquel señor del saco,
era ropa vieja
y siempre me pregunté,
¿para qué la quería?
su nombre nunca supe,
pero como olvidarlo,
gracias a Juan Carlos y Franklin
(mis primos).

"El aseo",
siempre admiré a ese hombre,
bonachón,
sencillo,
sincero,
ayudado por el album
de la memoria de mi madre,
hoy recuerdo sellama José,
escalera abajo
llamando a cada vecino por su nombre,
o por otro que con respeto,
él les daba.

Eterna escalera,
interminable escalera.

El botellero, "cambio oro",
decían los guajiros,
cargados de peluches.

"Guarimachi Curi-Curi",
le escuché muchas veces,
al bazar ambulante,
para que los chiquillos,
no tocaran su mercancía.

"Corti barato",
todos lo llamaban marchante,
con su carga de colores,
de telas.

El silbato,
la carrera,
saquen cuchillos,
tijeras,
llegó el amolador,
con su esmeril al hombro.

Agua caliente,
la carrera,
pero esta vez Miguel huyendo,
se masturbaba en la escalera.

Eterna escalera,
interminable escalera.

Como olvidar
el sonido de la campana,
anunciando que llegaba Martín,
con su cava de anime,
remendada hasta donde
no cabía otro parcho,
llena de helados,
helados escalones,
que nunca protestan
y que siguen allí,
adornados con la caca de los perros,
los escupitajos,
las botellas de la curda de ayer,
los envoltorios de chucherías,
los cartuchos escupidos
por los juguetes,
de algunos jóvenes del barrio,
pero también,
preñada de niños
jugando pelota,
la ere,
pisé
y pisé tantas veces tus escalones,
que pisaron también,
tantos que no nombré,
pero que...
,,,yo los vi pasar.

Alejandro Serrano

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