Escuché diez detonaciones,
seis fueron de una automática,
cuarenta años en la calle me hacen distinguirlas,
ya estaba a mitad de la escalera,
esperé sin correr,
la calle te enseña cuando hacerlo.
No hubo más ruido,
decidí por seguir bajando,
ya iba a saber que pasó,
en el último recodo,
casi al final de la escalera,
el aire me trajo un olor,
era polvora recien detonada,
siempre la calle es maestra,
por eso supe que no eran pirotécnicos,
eso también se aprende.
Frente al último escalón solo había humo
y en el suelo salpicones de sangre,
crecí en la calle,
por eso lo supe,
huyeron.
La víctima y el victimario,
huyeron.
Alejandr Serrano.
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