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martes, 10 de mayo de 2011

MUJER ANÓNIMA

Bar de mujeres baratas
y enfermedades caras,
mujeres de mala fama
y buenas intenciones,
ambiente grotesco
para tres boemios,
tres cervezas,
tres historias,
por contar.

Dentro del recinto,
la oscuridad imita
una noche húmeda
y calurosa,
el ruido de la música
viene de todas partes,
los gritos de los presentes
se confunden con Daniel Santos,
luego con Santos Colón,
más tarde con Jimmy Sabater,
luego se sienta en la mesa
y escucha la conversa.

Dentro,
los neones alumbran,
fuera,
el sol brilla en su esplendor,
brindando calidez
a un mundo que ignora
este otro aquí dentro.

Ellas contonean sus caderas,
muestran sus ombligos
en medio de un abdomen
protuberante,
senos colgantes
como surcados por arados,
pero levantados a fuerza
de sostenes de oferta
de tres por dos.

El olor a orín de vez en cuando
interrumpe la conversación,
mientras aguantamos
la respiración,
es casi amonio
y además
el único indice
de donde queda el baño,
mezclandose con
imitaciones baratas,
de perfumes caros.

Cuando la puerta se abre,
el sol lucha por entrar,
creando reflejos
en los vidrios
que forran las paredes,
pero de pronto,
entra el sol,
o la luna,
o una estrella,
brilla con su propia luz,
silueta perfecta,
más joven que las otras,
ellas la miran con celo,
envidia, rabia,
ella pasa sin inmutarse,
irradiando vida, juventud,
belleza, esplendor,
oliendo a campo primaveral,
no sonrie,
aguntando todos los ojos,
todos los morbos,
sobre la redondez de sus gluteos,
llevando tras de si
una estela de deseo,
se pierde tras la barra.

Nuestros seis ojos
se encontraron en un afán
de no decir,
de solo esperar,
esperar que salga,
con quien sabe que atuendo,
si alguno de nosotros
tiene suerte,
tal vez nos regale una sonrisa,
una mirada
o tal vez,
nos sirva una cerveza.

Hasta la música hizo silencio,
cuando apareció tras la barra,
con las manos enguantadas,
una bata larga, una mopa,
un tobo con agua y limpiador.

Con los morbos congelados
por esa imagen,
en ese ambiente grotesco,
se puso más hermosa,
ni siquiera su nombre
quisimos saber,
la llamamos
Dignidad.

Alejandro Serrano

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